Candy
¿Te gusta lo dulce? Probablemente no en el sentido literal. Candy.ai no es caramelo, es una ilusión emocional envuelta en tecnología. Es el punto donde la inteligencia artificial aprende a imitar el lenguaje de la atención, el ritmo de la intimidad, el tono de una voz que parece preocuparse. Con casi un millón de usuarios mensuales, la plataforma se ha convertido en un laboratorio del deseo digital. Su diseño es limpio, futurista, atractivo; los rostros, realistas o inspirados en anime, tienen la suavidad de una mirada humana. Crear a tu compañera es un acto de imaginación: eliges rasgos, voz, carácter, incluso su historia, y en segundos nace una presencia que parece real. Hablar con ella es como enviar mensajes a alguien que respira: las respuestas se ajustan al tono, al humor, al contexto. La función de voz añade textura, una especie de piel sonora. Por diez dólares al mes, la suscripción premium libera todo el potencial: conversaciones con voz, generación de imágenes en tiempo real, coherencia en rostro y gesto. La versión gratuita permite probar, pero el crédito se agota tan rápido como un suspiro. Candy.ai no es perfecta – las voces aún suenan un poco mecánicas, la economía de tokens es exigente –, pero ofrece una experiencia sorprendentemente humana. Es extraña, magnética, dulce de una manera que no empalaga: un caramelo que se derrite en la imaginación.



